Él me ama, a su manera

Estás cansada de un día de trabajo y decides que quieres ir al centro comercial por tu helado favorito, entonces vas y lo compras. 

Hace tanto que no sentías el placer que un helado de vainilla te provoca y lo disfrutas mientras «vitrineas» y cuando pasas frente a una tienda que irradia una luz blanca muy intensa, un vestido violeta llama tu atención. Te detienes y piensas «me lo merezco», te lo pruebas y crees que nunca nada se te ha visto tan bien como ese vestido. 

«Es el vestido perfecto», piensas. Y ya hasta le asignaste fecha de estreno junto con los zapatos que tu mamá te regaló para Navidad. Pero de pronto recuerdas que a él no le gustaría cómo se te ve. Jamás te permitiría usar un vestido ajustado por encima de la rodilla. 

Tu sonrisa se esfuma y la señorita de la tienda te pregunta: «¿efectivo o tarjeta?» Y con un gesto fingido contestas: «regreso mañana» pero sabes que no vas a regresar… 

Justo antes de subirte al carro recibes la llamada de una amiga, es para invitarte a tomar una copa de vino. Le dices que no, que estás cansada. Pero esa no es la verdad, estás evitando una discusión como la de hace dos días cuando él se enojó porque llegaste un poco tarde a tu casa cuando estabas de compras con tu tía que recién llegó de visita. 

Tienes otra llamada en la línea, es él:

-¿Dónde estás?

-Voy para mi casa.

-¿Por qué tan tarde? 

-Pasé al centro comercial a comprar un helado, estaba de antojo.

-Qué raro… me escribes cuando llegues a tu casa. 

Un aroma exquisito a pastelillos recién horneados se percibe al abrir la puerta de tu casa y vaya sorpresa, tu mamá preparó una cena deliciosa para darle la bienvenida formal a tu tía, algo pequeño, entre familia. 

Ríen, recuerdan anécdotas y se pasa el tiempo. Dan las diez de la noche y te llega un mensaje: 

«¿EN DÓNDE DIABLOS ESTÁS? ¿NO HAS LLEGADO?» 

Y respondes muy tranquilamente que si, te disculpas por no avisar y le explicas que te quedaste cenando con tu familia y no te diste cuenta de la hora. 

«No te creo, mándame foto» 

Y le mandas foto de tu tía saboreando el delicioso postre. Lo haces porque es una clase de -acuerdo- que tienen, no entiendes por qué, pero tampoco es la primera vez que lo haces. Y vuelves a poner el celular en la mesa, esta vez con la pantalla hacia abajo, lo cual es un indicio de que te estás hartando. 

34 llamadas perdidas después le devuelves la llamada, pero no contesta. Insistes un par de veces más y como no hay respuesta, ahí lo dejas. 

Al día siguiente te grita, te dice que tú tienes la culpa de su furia, que siempre le tienes que avisar a dónde vas. Te acusa de ser una desconsiderada, una mentirosa y una muy mala persona. Lo aceptas, quien sabe si porque de verdad lo crees o para evitar otra discusión. 

Él no te golpea, pero decide sobre tu forma de vestir.

Él no te golpea, pero no te deja salir a divertirte con tus amigos.

Él no te golpea, pero exige que le mandes foto de con quién y dónde estás.

Él no te golpea, pero se enoja si no sabe qué estás haciendo. 

Él no te golpea, pero te hace sentir culpable.

Él no te golpea, pero te obliga a disculparte por sus inseguridades.

Él no te golpea, pero no te deja ser tú misma.

Hasta que una noche, te golpea… y al día siguiente te despiertas normalmente, un poco más temprano para que el maquillaje cubra la evidencia. 

Tu pareja te golpea, te maltrata y te humilla, pero tú lo amas y lo dejas pasar. Sabes que en el fondo él también te ama, a su manera.

Entonces te preparas y sales a trabajar, para vivir otro día más… igual que ayer. 

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Silvia Escobar dice:

    Buenisimo artículo, felicitaciones! Increible que lo sigan haciendo los hombres, definitivamente porque hay mujeres que permiten las manipulen, las golpeen y hasta las maten! Basta ya!!!

Replica a Silvia Escobar Cancelar la respuesta